Y ahora que lo escribo siento: que nada hice, que nada haré y que la literatura y la música y el arte son la pobre excusa que doy y que me doy para poder quedarme encerrada en una pieza llena de libros y papeles, en un desorden muy intelectual.
Y no obstante yo miento, casi nunca digo lo que veo y siento, pero lo hago por miedo a herir a los demás; si los hiero no me querrán. Se trata, en suma, de desviaciones piadosas.
Y si leo, si compro libros y los devoro, no es por un placer intelectual ni por un deseo de conocimientos, sino por una astucia inconsciente que recién ahora descubro: coleccionar palabras, prenderlas en mi como si ellas fueran harapos y yo un clavo.
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